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Autor
Josep Libardo Cardona Casadiegos
Estudiante de Diseño Gráfico
La vacunación no solo
es como una luz de esperanza ante la pandemia si no
también en una responsabilidad colectiva”

La vacunación ha estado rodeada de mitos: una excusa para plantarnos el maligno 5g, una conspiración de parte del área médica para ganar dinero, y un gran etc. Esto ha generado una fuerte abstinencia por parte de algunos sectores poblacionales: Especialmente en los más viejos quien según: YouGov “Los mayores de 65 años son la población más vulnerable a la difusión y

consumo de noticias falsas” Y así mismo son la población con mayor abstinencia en cuanto a la vacunación se refiere.

       Es muy importante entender la importancia de la inmunidad de rebaño en esta situación que enfrentamos, lo que pone la vacunación no solo como una luz de esperanza ante la pandemia sino también en una responsabilidad colectiva en la cual la normalidad depende exclusivamente de la colaboración de todos respecto al proceso de vacunación, lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿La vacunación debería ser obligatoria? Una pregunta que ha recorrido distintos debates de todaslas categorías: éticos, biológicos, logísticos, etc. Sin embargo, en pro de algunos de los derechos más importantes como lo es el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos esta opción queda completamente desestimada. Incluso la OMS ha hecho incapié en que esta debe ser una decisión personal.

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Sin embargo: ¿Qué pasa con la gente que coarta a otros de no vacunarse? Pues este es el caso de algunas iglesias que afirman que la vacuna es la marca del anticristo. Lo que ya ha cobrado vidas en Colombia. Como el caso del Eje Cafetero; donde un pastor anti ciencia y antivacunas convenció a sus feligreses de no vacunarse cobrando la vida de uno de ellos por covid-19. Al hablar con el hijo de esta persona asegura que el resto de su familia sigue firme con la idea de no vacunarse. Y no es un caso aislado, casos como estos encontramos en grandes personalidades de diferentes sequitos religiosos en los que encontramos a: Miguel Arrázola, líder de la iglesia cristiana Ríos de Vida tachó de farsa la existencia del covid-19 y apoyó la declaración de que: “Tanto el virus como su vacuna son un negocio de Bill Gates y son el primer paso para la llegada del anticristo.” O el caso de la iglesia Shalom en Cartagena que cuenta con aproximadamente 150 feligreses y donde se afirmó que la única cura existente para el covid-19 es Dios.

Este tipo de declaraciones generan un fuerte impacto en nuestra sociedad la cual está muy vinculada a sus creencias espirituales lo que les supone a sus figuras de autoridad un gran poder y por ende (aunque suene trillado y con el perdón de Marvel) una gran responsabilidad. La libertad de discurso y de creencias debe ser siempre una garantía de la democracia, pero esta libertad debe ser coherente con nuestra realidad actual, por lo tanto, validar a un pastor o cura en cuestiones de salud pública es cuanto menos imprudente y deberíamos actuar al respecto, exigir a estas caras de miles de feligreses un discurso acorde a su espiritualidad, sin interferir con aspectos ajenos a ella como lo es una decisión de voto o vacunación

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