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Autora
Laura Jimena Montaña Fernández 
Estudiante de Diseño Gráfico
Muchas
comunidades
religiosas se oponen
a aplicarse la vacuna debido a creencias y desconfianza
en la ciencia.”.

Desde comienzo de la pandemia se ha visto como hemos caminado a “ciegas” con respecto al virus COVID-19, se ha visto como la gente se preocupa por buscar una cura para prevenir futuros contagios y así evitar más pérdidas debido al mismo. Pasado un año se logro crear una serie de vacunas que ayudan a combatir el virus y salvar más personas, sin embargo, hay un dilema y es con las comunidades religiosas y el escepticismo dentro de las mismas. Debido a que la colocación de la vacuna es decisión propia del usuario, muchas comunidades religiosas se oponen a aplicarse la vacuna debido a creencias y desconfianza en la ciencia. Se ha visto como sacan conclusiones apresuradas respecto a la elaboración de la vacuna, una de las

conclusiones afirma que es un castigo divino que la humanidad debe pagar por sus pecados, otras dicen están desarrolladas con células de abortos realizados en los años 80 ́s, la más usada dentro de las comunidades es la de la vacuna como creación directa del diablo, entrando asi en la mente de los seguidores de la comunidad generando desconfianza en la gente y una postura reacia a la vacuna.

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Gran porcentaje de la población mundial se ve afectada debido a este grupo antivacunas ya que debido a sus creencias ocasionan una evolución lenta con respecto al virus que ha estado entre nosotros durante todo este tiempo, han generado una gran problemática ya que debido a sus creencias han creado un hiperindividualismo y no han pensado en el resto del mundo, se han encargado de pensar por ellos mismos y sus creencias generando un estancamiento a nivel de salud mundial. Tal es el caso en todo el mundo que en Colombia se presenta la misma situación, en Bogotá según datos del DANE, el 41,1% de la población esta decidida a no vacunarse, se muestra que las mujeres son las más decididas a no aceptar sustancias extrañas en el cuerpo en comparación con los hombres, todo esto sin contar a Pereira, Bucaramanga y Villavicencio que

cuentan con los porcentajes mas altos de gente que no desea vacunarse.

Con respecto a toda esta problemática se ha visto que las comunidades religiosas tienen como deber en términos gubernamentales, más allá de sus creencias respetar el bienestar de la población general, se entiende que muchas veces la decisión de no vacunarse se da por negación y otras por mal información, sin embargo, dejar que la colocación de la vacuna sea de libre elección termina afectando notablemente al resto de la población. Por ende, se debe dejar la vacuna (y más en estos casos donde el virus se ha propagado de manera acelerada y con índices de mortalidad muy alto) de manera obligatoria, pensando en el bienestar del país y poder así dejar esta etapa atrás cuidando todos de todos.

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